jueves, 23 de junio de 2011

¿COACHING?-EN EL AGUA por GREGORY CAJINA.


La escena era bella.


El padre dentro de la piscina, bajo el sol del verano, sonriendo y haciendo un ademán con las manos de'sígueme', mientras alentaba a su hija, de La escena era bella.

El padre dentro de la piscina, bajo el sol del verano, sonriendo y haciendo un ademán con las manos de'sígueme', mientras alentaba a su hija, de unos cuatro o cinco años a que nadara hacia él, obviamente la primera vez que se soltaba del bordillo y se aventuraba a la parte honda... sin flotador.

'¡Dame la mano!' decía ella, entre temblorosa y sonriente (curioso como se entremezclan las emociones cuando se atraviesan las fronteras de nuestra zona de confort). 'Tómala', le decía el padre, retrocediendo, muy disimuladamente mientras la pequeña avanzaba.

'Papá, ¡te estás moviendo!' y '¡Papá, no puedo, no puedo!', gritaba ella, entre extática y temerosa.

'Que sí, hija. Si ya me tienes casi… un poquito más, un poco más, vamos, vamos…´, le animaba él.

Y así todo el largo de aquella piscina. Brazada a brazada.

Cuando la niña llegó, el abrazo del padre se pudo sentir entre todos los que observábamos. Una pequeña lagrimita traicionera delataba a la madre en la orilla.

La celebración del padre con su hija, dentro del agua, fue mayúscula.

Qué energía. Qué bueno.

La niña nadó sola, y a pesar de su miedo. Sin estilo quizás; sin aspavientos de elegancia.

Pero con efectividad.

El padre creó las circunstancias de la autoconfianza, y de la autonomia-apoyada y sustentada.

Al día siguiente, la niña quiso explorar el siguiente límite: tirarse desde el trampolín.

Se avecinan más éxitos que celebrar.


Gregory Cajina. 


sábado, 18 de junio de 2011

Afilar la sierra por Loren Álvarez Martínez.


Mi reflexión gira en torno a la metáfora que muchos, de una manera u otra, hemos oído alguna vez, os la cuento:


Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel. El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles. -Te felicito, le dijo el capataz. Sigue así. Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano. A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles. -Debo estar cansado, pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol. Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol. Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento. El capataz le preguntó: -¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?. -Afilar, no he tenido tiempo para afilar. He estado demasiado ocupado talando árboles.



Me gustaría realizar una transferencia de la metáfora anterior al mundo empresarial, especialmente al sector de los pequeños autónomos, como es mi caso. ¿Cuántas veces hemos llegado a casa cansados con 10 horas invertidas en el negocio para ver como bajan las cuentas? Y cuanta más energía invertimos más gastos y desolación recibimos a cambio.
En épocas de bonaza nos decíamos; “ a ver si saco tiempo y coloco el almacén, a ver si saco tiempo y visito a clientes,...y mejoro mis instalaciones,...y potencio esa línea nueva de negocio,...y me voy de vacaciones, descanso y regreso nuevo, con más ganas, ...y dedico tiempo a mi familia, ...y leo ese libro que tengo guardado...y realizo la formación esa que tanto me apetece y me hace falta,..y,y... “500 aversis" más.
Ahora , en época de las flacas, disponemos de ese tiempo y nos lo seguimos negando .
Afilar la sierra es necesario y eso sí es una verdadera inversión . ¿Por falta de tiempo o por falta de visión?. Si deseas ver la pieza del puzzle que te falta, levanta la cabeza de la mesa, tendrás más amplia tu visión. De paso aprovecha y levanta el culo de la silla también.


Hola José Luis, este es un relato de lo que a mi personalmente me ocurre en mi negocio, muchas horas y mismo resultado. Teniendo tertulias con otros foros de peluquería es ídem de lo mismo, el relato y el comentario me gustaría que lo modelaras a tu estilo, pero creo que el concepto base de mi intencionalidad esta dicho.
Un saludo a todos los del otro lado de la pantalla desde Ceuta.

Loren Álvarez Martínez.

sábado, 11 de junio de 2011

El Churrero de mi barrio.

   
   Cuando empezaba en el mundo de los negocios,  mi padre y el churrero de mi barrio me dieron una lección sobre negociación y resolución de conflictos que ahora os quiero trasladar:

   El vecino que vivía encima del local de la churrería le había denunciado en repetidas ocasiones por las molestias y el ruido que producía la actividad. Cada vez que surgía este tipo de queja, el local debía reformarse entero para su insonorización, con el consiguiente coste económico. Esto sucedió en tres ocasiones.
   Ante la desesperación del propietario del local, llorando, nos lo comunicó de nuevo. En un alarde de genialidad y para sorpresa mía,  mi padre le preguntó a qué se dedicaba el vecino en cuestión. - " Hace poco a montado una gestoría y lleva la parte contable y fiscal de algunas empresas"(creo recordar que intercalada en esta frase había alguna mención a la madre del gestor).  Mi padre insistió y continuó en lo suyo, le consultó de nuevo sobre cual sería la reacción de esa persona si le encomendaba la gestión de sus churrerías ( tres locales ) y además le hacía llegar clientes gracias a su recomendación.

    El churrero de mi barrio engullo, regurgitó, masticó de nuevo y el solito....

   Un año después la gestoría funcionaba de maravilla y en la churrería no se recibieron más denuncias y lo que es más sorprendente el ruido desapareció...en serio, de verdad.

   Nuestros personajes anteriores habían discutido, uno deseaba que el otro se fuera a la ruina y el otro ni os cuento lo que deseaba hacer con el cadaver del uno. Su conducta final era "yo oigo ruido constantemente y no me deja vivir" ( y estaba todo el día escuchando ). Y el otro hacía más ruido sólo para molestar ( "para que se queje con razón").

   En el proceso natural de un conflicto pasamos de las palabras a las emociones y finalmente a las conductas. Cada paso superior añade una barrera más insalvable para la resolución de dicho conflicto y nos lleva de una forma irracional a estar pensando en qué puedo hacer en contra de la otra parte para que se de cuenta de que tengo razón y cese en su actitud.

   Una opción de resolución en un conflicto que ha pasado por los tres pasos anteriores ( palabras- emoción-conductas) podría ser la de regresar al punto de origen recogiendo miguitas hacia atrás por el mismo camino y de la misma forma por el que llegamos pero de forma inversa:
1º Cambiamos nuestras conductas: Ofreciendo sin esperar nada a cambio.
Y esperamos pacientemente.
2º Se cambian las emociones: "Es posible que este tipo no sea tan cabrón, fíjate lo que está haciendo sin esperar nada a cambio con lo que yo le estoy haciendo".
Y esperamos pacientemente, confiando en que nadie quiere el mal para otro.
3º Hablamos y confrontamos nuestros puntos de vista y llegamos a un acuerdo de una forma empática.

YO GANO- SI TU GANAS.